Ha comenzado julio y para un reducido grupo de hombres, estas primeras fechas del mes les quedarán marcadas para siempre en su haber, tras cumplir un objetivo que diez meses atrás solo era un duro reto.
Estos hombres, oficiales y suboficiales de nuestras FAS y un ejército extranjero, decidieron un día hacer de la milicia su modo de vida y para ello, cada uno tomo el camino que entendió más adecuado para llegar a vestir el uniforme en el que portar sus estrellas y galones. Para unos las academias fueron el primer contacto con el mundo militar y para otros, un paso más con el que alcanzar puestos de Mando tras algún tiempo formando parte de la tropa.
Culminar su formación en las respectivas academias no fue sino el principio de sus carreras y muchos de ellos, tras su paso por los centros docentes, decidieron seguir formándose realizando alguno de los numerosos cursos de especialización que ofrecen las Fuerzas Armadas.
Llega el día en el que han de solicitar aquel que les interesa y vía conducto reglamentario, “echan los papeles” para el de Operaciones Especiales (OE). Unos lo hacen porque “han oído hablar” de ellas y les “llama la atención” , aunque no tengan muy claro lo que significa de verdad. Otros “han oído” que es un curso importante que puede favorecer sus carreras militares y algunos, que sabiendo de verdad lo que supone solicitarlo, lo piden porque tienen claro que quieren formar parte de la comunidad “guerrillera”. Para todos ellos, que en ese momento entienden a su manera esto de las OE, llega el día de enfrentarse a las pruebas selectivas. Son aspirantes jóvenes y fuertes, algunos de ellos se han preparado a conciencia y otros se dan cuenta en ese momento que no lo hicieron adecuadamente. En cualquier caso, este primer filtro será el que determine el futuro inmediato de cada uno de ellos. Se enfrentan a un proceso selectivo exigente tras el que solo quedaran los mejores de entre todos los concurrentes. Realizan cada una de las pruebas con motivación y una vez terminadas, llega el día de comprobar si son Aptos, o No Aptos.
Unos terminan en ese momento su viaje hacia las OE cuando se les comunica el No Apto, y los que lo han conseguido reciben su número en la lista de admitidos. Están henchidos de satisfacción y con alegría, llegado el momento, se sientan en una butaca a escuchar al Jefe del Curso que los recibe como alumnos. Esos oficiales y suboficiales están ya en el mundo de las OE aunque no sean conscientes de ello. Es el primer speech del Jefe y es claro, conciso y directo, explicando las cosas de una forma a la que quizá más de uno no esté acostumbrado. Les hace saber a todos y cada uno de ellos lo que serán los próximos diez meses de su vida militar, y señala la puerta de salida para aquellos que no se sientan capaces de asimilar lo que están escuchando.
Terminan las palabras y puede ser que para alguno hayan supuesto el enfrentamiento con una realidad que no esperaban. Esto normalmente suele pasarle a quién “había oído hablar” de eso de las OE sin tener mucha más idea. Los filtros siguen haciendo su trabajo.
Es septiembre y los seleccionados que han decidido continuar comienzan “a meterse en faena”; empiezan a tener contacto con la instrucción y formación en OE.
Los primeros meses son duros, muy duros, y la “sapiencia” del curso hace su trabajo obligando a quedarse en el intento a aquél que no tiene las cosas claras, espíritu de sacrificio suficiente, y no sabe mantener el nivel de exigencia de cada hora, de cada día y de cada noche.
Conforme pasen las semanas la cabeza del alumno empezará a trabajar en su contra y será fundamental para él saber controlarla.
… “quién me mandaría a mi venir a esta puñetera pesadilla”, “que cojones hago yo aquí”, “estoy hasta los huevos”, “no puedo más”, “todo esto para qué” …, serán algunos de los pensamientos que recurrentemente tendrá en su mente y que solo sabiendo gestionarlos adecuadamente le permitirán superar el día a día del curso.
Al trabajo diario que supone enfrentarse a sí mismo, y vencerse, tiene que añadir el necesario para cumplir con sus obligaciones y aprobar cada una de las asignaturas manteniendo las calificaciones en los niveles requeridos. Todo en su conjunto le permitirá seguir adelante.
Si es capaz de superar las fases una tras otra, la satisfacción por la superación diaria irá creciendo y poco a poco él mismo observará como se está convirtiendo en un hombre mejor. Terminar el día y seguir en Jaca es la recompensa.
Y con esa rutina mientras pasan los meses, llega un día en el que el alumno empieza a vislumbrar el final como algo alcanzable y ahí, se inicia otra transformación personal. La psicología humana es una de las armas más potentes y cuando la pones a tu favor, es cuando la fuerza interior, el deseo y la satisfacción de haber superado todo lo enfrentado hasta ese momento, proporcionan el empuje necesario para alcanzar el objetivo final.
Han sido meses, semanas, días y horas de sufrimiento, de esfuerzo físico y psicológico y de inmensas dudas personales. Pero aquel oficial o suboficial que un día decidió hacer de la milicia su vida, si ha sabido enfrentarse a sí mismo y ha ganado, no tardará en ver cumplido su anhelo. Llegará el día en el que junto al que un día fue su adversario en forma de aspirante, después su compañero de curso y ahora su camarada y hermano, le impongan la boina verde como recompensa por el trabajo realizado. Entonces sentirá plenamente la satisfacción que proporciona la superación personal.
Son las 0430 de uno de los primeros días de julio y los alumnos que han llegado a este día forman firmes en el patio. La noche es oscura y las nubes que hacía un instante estaban descargando agua, no dejan pasar la luz de la luna en fase menguante. Con el Jefe de curso al frente de “su gente” y abriendo la formación, se disponen a iniciar una marcha que les va a llevar hasta la Cruz del Monte Oroel. Desde que salen por la puerta de la Escuela el ritmo es fuerte y por delante casi siete kilómetros de pistas y un empinado camino de montaña con el que salvar un desnivel de casi mil metros.
A eso de las 0630 se hace cumbre. Han llegado al lugar en el que se va a realizar el acto que representa la consecución del objetivo de cada uno de los hombres a los que en ese momento arropa La Cruz de Oroel. A los que han llegado hasta ahí, y no se trata de haber llegado al alto del monte, se les va a imponer la boina verde con el machete laureado, símbolo que les acredita definitivamente como hombres pertenecientes a la “familia” de Operaciones Especiales.
Antes, un nuevo speech del Jefe a pie de cruz pero en esta ocasión, el mensaje nada tiene que ver con aquel primero recibido diez meses antes. Hoy ya no son alumnos recién llegados; hoy ya son camaradas. Terminadas las palabras de un Jefe al que ahora ven de otra forma, se les manda formar frente a los Protos. En ese momento el alumno se coloca frente a uno de los hombres que durante muchos meses ha permanecido al otro lado de una línea psicológica perfectamente delimitada; una línea que marcaba claramente cuál era su lugar como alumno, y les recordaba que no debían moverse de su posición a un lado de esa marca imaginaria. Cada uno de ellos tiene frente a él a un hombre que le habrá hecho pasar momentos duros y le habrá generado dudas difíciles de afrontar. Pero también está firmes frente a quién durante meses le ha forjado para convertirlo en lo que en ese momento es. Y quizá, en el cruce de miradas entre ambos, sea el instante en el que el joven oficial o suboficial entienda la razón y el porqué de todo lo vivido, sentido y padecido junto al hombre que tiene enfrente.
Al amanecer, con el instructor frente al alumno en firmes, el primero inicia un acto militar añejo cargado de simbolismo con el que coloca la boina verde al segundo. Desde ese instante pasa a formar parte definitivamente de un grupo selecto de hombres. En ese momento por cada vena del hombre que recibe esa especial prenda de cabeza circula un torrente de orgullo y de satisfacción, a la vez que le invade una fuerte sensación de superación acompañada del gratificante sentimiento del deber cumplido.
Esos jóvenes oficiales y suboficiales que llegaron a Jaca y a la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales (EMMOE) un lejano mes de septiembre, sin saber bien cuál iba a ser su futuro a corto o medio plazo, hoy son hombres idealistas, con fuertes principios y marcado carácter que desde ese momento, amparados por la Cruz de Oroel, se entregan a una forma de vida en la que tendrán la responsabilidad de cumplir sin fisura alguna con la misión que les otorga la BOINA VERDE.
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